Soy Ingeniero de Telecomunicaciones y estoy inmerso en el mundo de la informática. No tengo ningún título en economía, ni tengo ningún máster superchic del que presumir, pero me apasionan las finanzas y gestiono mi dinero con éxito.
Empecé en el mundo financiero como todos, con escaso conocimiento. Ni en la escuela, ni en el instituto, ni en la universidad me habían ilustrado sobre el tema; la única referencia que tenía era mi familia.
Mi padre siempre había tenido su dinero en el Banco de Santander y eso era lo único que sabía yo sobre el ahorro: las cuentas corrientes y el plazo fijo.
Así que cuando cobré mi primer sueldo hice lo que hacía todo el mundo: abrir una cuenta en un banco. Y después … ¿a ver si os suena? Mi primera gran compra fue un coche y mi primera inversión fue una vivienda.
Cuando terminé de saldar mis deudas empecé a mirar la forma de sacarle mayor rendimiento a mi dinero y puse mi mirada en la bolsa. Leí varios libros, hice un curso de Análisis Técnico, abrí cuenta en un broker y zas: a invertir.
Mi experiencia no fue positiva. Iba ganando dinero, las inversiones iban bien y de repente venía un revés de mercado y se llevaba mi ganancia. No obtuve gran cosa, pero, al menos, no perdí dinero, que es lo que les pasa al 90% de la gente que invierte en bolsa.
Decidí que tenía que formarme si quería estar con ese 10% y en una de esas formaciones me hablaron de la gestión pasiva. Compra un fondo y échate a dormir; mantenlo y despreocúpate. No lo toques.
Si compras y vendes acciones te estarán cobrando comisiones y eso lastra tu ahorro. No lo hagas; a menos que desees enriquecer a tu broker, claro está.
«No puede ser tan sencillo», pensé. Vi testimonios, evidencias, estadísticas, … y aun así me resistía a creerlo. Y entonces me acordé de que en el año 2010 me había hecho un plan de pensiones y que, sin ser consciente de ello, era un miembro del grupo de inversores pasivos.
No lo había mirado, “¿para qué?, no lo puedo tocar hasta que me jubile y si lo miro y va mal me voy a enfadar”, pensaba. Pero ahora la cosa cambiaba, ahora tenía interés en saber su marcha y me metí en mi cuenta.
No lo podía creer: ¡¡un rendimiento anual del 15%!!
Un 15% al año sin hacer nada de nada. Aparte del borrego con la bolsa para arriba y la bolsa para abajo, analizando acciones, leyendo boletines del sector, con dolores de cabeza y alguna que otra taquicardia.
Ciertamente, tuve suerte: elegí un buen producto y en un buen momento, pero ese día no tuve duda sobre cuál era la mejor forma de invertir.
Y ese mismo día decidí que tenía que enseñar este método; fruto de ello es esta página web que estás leyendo
No cometas los errores que cometí yo.
No pierdas el tiempo que perdí yo.
¡Ay, si alguien me hubiera hablado de esto hace unos años!
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